La aparente estabilidad de la economía mexicana esconde vulnerabilidades estructurales que limitan su crecimiento sostenido. A pesar de un entorno inflacionario más controlado y cifras positivas en algunos indicadores macroeconómicos, la baja productividad y el deterioro del mercado laboral representan obstáculos persistentes.
Un análisis reciente del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) revela que la productividad laboral en México ha caído 1.6% en el último año. Esta tendencia refleja una economía que no logra traducir su dinamismo en mejoras sostenidas del ingreso real, la competitividad o la calidad del empleo. El problema es especialmente agudo en sectores clave como comercio, servicios y construcción, donde la informalidad prevalece y limita el desarrollo tecnológico.
La productividad baja impacta el potencial de crecimiento
Por otro lado, el mercado laboral mexicano continúa marcado por una precarización alarmante. Según cifras del INEGI al cierre del tercer trimestre de 2025, más de 31 millones de personas trabajan en la informalidad, lo que equivale al 54.8% de la fuerza laboral. Estos trabajadores carecen de seguridad social, estabilidad y acceso a esquemas de ahorro para el retiro, condiciones que amplifican la desigualdad y frenan el consumo interno.
Además, el crecimiento de la economía no se ha traducido en mejoras salariales generalizadas. El salario promedio real apenas ha tenido una variación positiva del 0.3% anual, lo cual refleja una desconexión entre el avance macroeconómico y el bienestar de los hogares. Esta situación compromete la capacidad del país para consolidar una clase media robusta, capaz de sostener la demanda interna.
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