La economía mexicana cerrará el año con señales mixtas, marcadas por una aparente estabilidad en los principales indicadores, pero también por tensiones persistentes en sectores clave. Esta dinámica plantea desafíos relevantes para el primer trimestre de 2026.
El crecimiento económico muestra una desaceleración evidente. Aunque el Producto Interno Bruto avanzó 3.2% en 2023, las cifras disponibles para 2025 reflejan una expansión más moderada. Analistas del sector privado prevén que el PIB cierre este año con un incremento de apenas 2.4%, debido a un entorno externo menos favorable y una contracción en la inversión privada.
Mercado laboral y consumo interno, señales divergentes
El empleo formal mantiene una trayectoria positiva. El Instituto Mexicano del Seguro Social reportó más de 22.3 millones de trabajadores registrados al cierre de noviembre, un aumento anual de 3.7%. Sin embargo, este dinamismo contrasta con un menor dinamismo en el consumo interno, afectado por la inflación acumulada y una política monetaria todavía restrictiva.
La inflación general anual se ubica en 4.3%, lo que marca una reducción frente al pico observado en 2022, pero aún supera el objetivo del Banco de México. En este contexto, la tasa de interés de referencia permanece en 11.25%, una de las más altas entre las economías emergentes.
El peso mexicano se ha mantenido estable, cotizando en torno a 17.2 unidades por dólar, favorecido por el diferencial de tasas de interés y los flujos sostenidos de remesas. Estos últimos alcanzaron 63 mil millones de dólares entre enero y noviembre, lo que representa un máximo histórico para el país.
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