La competencia efectiva en los mercados de América Latina y el Caribe podría traducirse en un impulso estructural a la productividad, al crecimiento económico y a la reducción de la desigualdad. Un informe reciente del Banco Mundial alerta que las prácticas anticompetitivas siguen limitando el dinamismo regional y obstaculizando el acceso de nuevos actores a sectores clave como transporte, energía, telecomunicaciones y servicios financieros.
En economías donde las barreras de entrada permanecen elevadas, las empresas consolidadas tienden a capturar mayores márgenes sin necesidad de innovar ni mejorar la eficiencia. Esto restringe la posibilidad de que nuevas firmas con mayor productividad puedan escalar en el mercado. La pérdida es doble: se frena el crecimiento del PIB y se perpetúan estructuras de concentración económica que aumentan la desigualdad.
Reformas estructurales mejorarían el entorno competitivo
Según el análisis del organismo multilateral, el PIB promedio de la región podría incrementarse hasta 15% en el largo plazo si se eliminan obstáculos regulatorios y se fortalece el diseño institucional de las agencias de competencia. Del mismo modo, los hogares de menores ingresos se beneficiarían con precios más bajos y mayor calidad de servicios, lo que podría contribuir a una mejora sustancial en el bienestar agregado.
La evidencia empírica sugiere que una mayor intensidad competitiva no solo dinamiza la economía, sino que también estimula el crecimiento inclusivo. Por ejemplo, los sectores más expuestos a la competencia suelen mostrar mayor generación de empleo formal y mejor distribución del ingreso.
Aunque los beneficios de abrir los mercados son evidentes, la implementación de estas reformas exige voluntad política sostenida y un diseño técnico robusto. Las resistencias suelen provenir de grupos con poder de mercado que se benefician del statu quo.












