El entorno de tasas altas, tensiones geopolíticas y persistente incertidumbre macroeconómica ha vuelto a posicionar a los activos refugio como un componente esencial en las estrategias de inversión. En México, el oro reafirma su papel como resguardo tradicional de valor, mientras el bitcoin continúa ganando tracción como alternativa especulativa, sin consolidarse aún como activo defensivo frente a la volatilidad.
En noviembre, el oro superó los 2,300 dólares por onza, respaldado por una mayor demanda de bancos centrales y expectativas de relajación monetaria por parte de la Reserva Federal. Este comportamiento ha sido especialmente relevante en mercados emergentes, donde los inversionistas buscan protección ante escenarios globales inciertos y riesgos de tipo de cambio.
En este contexto, el oro mantiene una ventaja histórica y regulatoria, con un respaldo institucional que se traduce en confianza de largo plazo.
Criptomonedas: impulso por expectativas, no por fundamentos
A diferencia del oro, el bitcoin registró una subida de más de 25% entre agosto y noviembre, impulsada principalmente por especulación sobre la posible aprobación de ETFs al contado por parte de la SEC. Aunque esta expectativa atrajo capitales al mercado cripto, el sustento de dicha apreciación sigue siendo frágil, dado que depende de resoluciones regulatorias aún pendientes.
El bitcoin conserva su narrativa como “oro digital”, pero carece de una demanda sostenida por parte de instituciones como bancos centrales o fondos soberanos.
Asimismo, el bitcoin muestra mayor exposición a eventos exógenos, como hackeos, decisiones judiciales o políticas de endurecimiento fiscal. Esta sensibilidad limita su perfil como refugio de valor frente a choques externos prolongados.
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