La transformación del entorno financiero internacional adquiere velocidad mientras los mercados emergentes ajustan sus fundamentos para enfrentar un ciclo más exigente. En este escenario, el análisis reciente de Deutsche Bank Research identifica cambios estructurales que influirán en la forma en que gobiernos, empresas e inversionistas administrarán riesgos y asignarán capital durante los próximos años.
El documento publicado en agosto de 2025 evalúa cómo la volatilidad macroeconómica, las tensiones geopolíticas y la evolución tecnológica están reconfigurando el desempeño regional. Además, observa que la disparidad entre países se amplía debido a diferencias en productividad, disciplina fiscal y acceso a financiamiento internacional.
Seis temas clave según Deutsche Bank Research
El reporte destaca que la estabilidad monetaria se convertirá en un determinante central para sostener el crecimiento, pues los ciclos de tasas más prolongados presionan a las economías con balances frágiles. Asimismo, subraya que la transición energética y las políticas industriales aceleran una competencia más intensa por inversión estratégica. Lee también: transformación económica y ciclos globales.
De igual manera, el estudio resalta que la digitalización financiera amplía la inclusión crediticia, aunque expone nuevos riesgos operativos que requieren marcos regulatorios más robustos. También señala que la reorganización de cadenas de suministro otorga ventajas a países con infraestructura moderna y acuerdos comerciales profundos.
Implicaciones para la próxima década
Por otro lado, las tensiones geopolíticas incrementan la sensibilidad de los flujos de capital hacia factores no económicos, lo que obliga a fortalecer instituciones y reducir vulnerabilidades externas. En consecuencia, las economías con reformas estructurales creíbles captarán mayor proporción de financiamiento productivo. Otra
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Un dato reciente confirma la relevancia del diagnóstico. Deutsche Bank Research estima que más de 45 por ciento de los inversionistas institucionales ajustará su exposición a mercados emergentes en los próximos tres años, priorizando países con reglas claras y menor volatilidad cambiaria.












