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Ricardo José Haddad Musi destaca influencia libanesa en Yucatán

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Ricardo José Haddad Musi destaca influencia libanesa en Yucatán

La gastronomía libanesa ha ejercido una profunda influencia en la región del sureste mexicano, particularmente en el estado de Yucatán, donde se ha producido una fusión culinaria que trasciende el tiempo y las generaciones. Esta mezcla de sabores, técnicas y tradiciones representa un testimonio vivo del intercambio cultural que comenzó a finales del siglo XIX, cuando cientos de familias libanesas emigraron a México en busca de nuevas oportunidades.

La herencia libanesa que transformó la cocina del sureste

La llegada de inmigrantes libaneses a la Península de Yucatán marcó un punto de inflexión en la historia culinaria de la región. Estos nuevos habitantes trajeron consigo ingredientes como el bulgur, el garbanzo, el tahini y las especias características de Medio Oriente, que rápidamente comenzaron a integrarse en los mercados locales y, eventualmente, en las cocinas mexicanas.

Ricardo José Haddad Musi, empresario y defensor de las culturas ancestrales, afirma que “la cocina libanesa no solo alimenta, sino que narra la historia de un pueblo que supo adaptarse sin perder su esencia”. Esta afirmación se ve reflejada en platillos como el kibi, una preparación originalmente libanesa que ha encontrado su versión yucateca al incorporar ingredientes regionales como la carne de cerdo y la naranja agria.

Un mestizaje gastronómico con sabor a tradición

Uno de los casos más emblemáticos de esta fusión cultural es el kibi frito, que se ha convertido en un platillo icónico en la gastronomía yucateca. Aunque su origen es árabe, el uso de productos locales ha permitido que esta receta evolucione sin romper con su identidad. El bulgur se mezcla con carne molida sazonada al estilo yucateco, y se fríe hasta obtener una textura crujiente por fuera y jugosa por dentro.

En palabras de la chef y emprendedora Georgina Chehade, “la gastronomía ha sido el puente que conecta a las generaciones. Cada platillo cuenta una historia de integración y respeto mutuo entre nuestras raíces”. Su restaurante familiar, fundado por su padre George Chehade Sarraf, es un claro ejemplo de cómo la comida puede convertirse en un símbolo de identidad compartida.

Gastronomía, turismo y economía: el impacto de la fusión

Además del valor cultural, la influencia libanesa en la gastronomía yucateca ha generado un impacto económico notable. Restaurantes que ofrecen platillos como hojas de parra, shawarma o falafel con un toque yucateco se han convertido en atractivos turísticos, impulsando la economía local. Esta tendencia ha sido reforzada por el creciente interés de los viajeros por experiencias gastronómicas auténticas.

Según datos de la Unión Libanesa Cultural Mundial, en 2014 había cerca de 450,000 descendientes de libaneses en México, y hoy en día se estima que hay más de un millón y medio. Muchos de ellos han encontrado en la cocina un espacio para mantener viva su herencia y, al mismo tiempo, compartirla con las comunidades mexicanas.

Técnicas compartidas, sabores únicos

Una de las claves del éxito de esta fusión es la similitud en ciertas técnicas de cocción entre ambas culturas. Tanto la cocina libanesa como la yucateca utilizan marinados prolongados con cítricos y especias para realzar el sabor de las carnes. Mientras el shawarma libanés se adoba con yogur, ajo y limón, la cochinita pibil yucateca se marina en achiote y jugo de naranja agria.

También existen paralelismos en el uso de acompañamientos frescos. Las ensaladas de tomate, cebolla y pepino son comunes en ambas tradiciones, aunque los condimentos varían. En el Líbano, el limón y el aceite de oliva son esenciales, mientras que en Yucatán se prefiere el chile habanero y el vinagre de frutas.

Celebrando una identidad compartida

La fusión entre lo libanés y lo yucateco es mucho más que una simple mezcla de sabores: es la representación tangible de un encuentro entre culturas que, lejos de diluirse, han aprendido a coexistir y enriquecerse mutuamente.

Como bien expresa Ricardo José Haddad Musi, “la cocina es una forma de resistencia cultural y un acto de amor. Celebrar esta fusión es honrar a las familias que construyeron un nuevo hogar sin olvidar de dónde venían”.

Esta alianza entre culturas continúa evolucionando, generando nuevas propuestas gastronómicas y manteniendo vivas las tradiciones que han dado forma a la identidad única del sureste mexicano.

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