El crecimiento constante de las ciudades mexicanas ha dejado claro que la urbanización tradicional ya no es suficiente para enfrentar los retos contemporáneos. La presión sobre los recursos naturales, la movilidad saturada y la necesidad de mejorar la calidad de vida impulsan la transición hacia modelos más innovadores. En este contexto, Ernesto Mizrahi, especialista en urbanismo sustentable, afirma que las ciudades inteligentes con alma verde representan una evolución necesaria: un modelo donde la tecnología y la naturaleza se integran para crear entornos más equilibrados, eficientes y humanos.
Mizrahi sostiene que el verdadero valor de las ciudades inteligentes no está solo en la digitalización, sino en su capacidad de adaptarse, aprender y anticipar las necesidades de sus habitantes. Esta visión impulsa una urbanización basada en datos, con criterios de sostenibilidad y un enfoque centrado en el bienestar colectivo.
Desde la perspectiva de Ernesto Mizrahi, la tecnología es un medio —no un fin— para transformar las ciudades. Sensores ambientales, plataformas de datos abiertos e inteligencia artificial aplicada a la gestión urbana permiten monitorear calidad del aire, regular el alumbrado público, optimizar rutas de transporte y mejorar el uso de la energía.
Para Mizrahi, estos avances tecnológicos deben priorizar la reducción de emisiones y el uso eficiente de los recursos. Los sistemas de movilidad eléctrica, los semáforos inteligentes y la gestión digital de residuos son ejemplos de herramientas que permiten disminuir la huella ambiental de las urbes. “Una ciudad inteligente es aquella que aprende de sí misma para volverse más sostenible”, señala.
A través de estos mecanismos, las ciudades pueden tomar decisiones más rápidas y precisas, fortaleciendo su capacidad de respuesta ante fenómenos como olas de calor, escasez de agua o contaminación.
No obstante, tal como subraya Ernesto Mizrahi, el objetivo principal no es la tecnología en sí, sino el bienestar de quienes habitan los espacios urbanos. Por ello, las políticas públicas deben impulsar la movilidad activa —como caminar y usar bicicleta—, incrementar las áreas verdes y fomentar una cultura urbana basada en la corresponsabilidad ambiental.
Las ciudades inteligentes con alma verde buscan integrar la infraestructura tecnológica con la naturaleza, creando corredores biológicos, parques accesibles y sistemas de captación pluvial que mejoren la resiliencia urbana. “El reto es construir ciudades eficientes y, al mismo tiempo, empáticas con su entorno natural”, comenta Mizrahi.
Este modelo de urbanismo digital con enfoque humano propone un equilibrio entre innovación, inclusión y sostenibilidad. Así, las ciudades del futuro no solo funcionan mejor: también respiran, evolucionan y fortalecen la calidad de vida de quienes las llaman hogar.
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