La estabilidad de la economía de Estados Unidos vuelve a colocarse bajo escrutinio, esta vez por el crecimiento acelerado del crédito privado y el aumento de la deuda corporativa. El fenómeno, que se ha intensificado desde agosto de 2025, genera señales de alerta entre analistas y ex-ejecutivos financieros de Wall Street.
Lloyd Blankfein, exdirector ejecutivo de Goldman Sachs, advirtió recientemente que el auge del crédito privado se ha convertido en un factor de riesgo sistémico. El tamaño de este mercado supera ya los 2 billones de dólares, cifra que multiplica la exposición de empresas medianas y grandes a pasivos menos regulados que los del sistema bancario tradicional.
La preocupación se extiende a la forma en que compañías estadounidenses financian operaciones y adquisiciones. Mientras la Reserva Federal mantiene un entorno de tasas elevadas, el recurso al crédito privado ofrece liquidez, aunque a costa de mayores vulnerabilidades. En consecuencia, los inversionistas observan con atención el potencial de incumplimientos que podrían impactar tanto al mercado de bonos como a la banca comercial.
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Deuda privada como factor de tensión
La expansión del crédito privado no es un fenómeno aislado. Se suma a la presión fiscal que enfrenta el gobierno de Estados Unidos, cuyo déficit proyectado para el cierre de 2025 se sitúa en 1.8 billones de dólares. Esta combinación amplifica la sensibilidad del país ante un escenario de recesión o volatilidad financiera global.
Del mismo modo, el debate sobre la capacidad de absorción del sistema financiero adquiere mayor relevancia. La interconexión entre fondos de crédito privado, inversionistas institucionales y mercados secundarios hace que cualquier shock tenga un efecto multiplicador.
La advertencia no debe subestimarse. Datos de la Reserva Federal muestran que la deuda total de las corporaciones estadounidenses alcanzó 13.7 billones de dólares en el segundo trimestre de 2025, un máximo histórico que subraya la magnitud del desafío.